La realidad detrás de la tragedia de Zaruma

Ana María Rodríguez
5 min readDec 16, 2021

En alguno de aquellos fines de semana en los que iba de visita a Zaruma, después de haber dejado la ciudad hace ya algunos años, escuché por primera vez una explosión que parecía salir del centro de la tierra junto con un pequeño temblor. Cuando me asusté y me levanté de la silla de la casa de mis abuelitos su respuesta fue: “Tranquila, esto es normal, son las explosiones de dinamita por los mineros”.

La gente tuvo que aprender a normalizar el vivir con algo tan extraño y perturbador como temblores y explosiones debajo de sus casas, y lo tuvo que aprender con dolor y desdicha sabiendo que no importa cuántos alcaldes lo hayan puesto como propuesta de campaña, cuantos concejales pretendan fiscalizar, cuantos asambleístas digan que van a luchar por una minería segura, cuantos controles se hagan.

La realidad es que las cosas jamás cambiaron, las explosiones nunca pararon.

¿De qué sirvió una consulta popular en la que el pueblo decidió prohibir la explotación minera en áreas protegidas, si por años se ha optado por perseguir a las pocas empresas que deciden invertir en minería tecnificada y con concesiones legalmente otorgadas fuera de la zona de exclusión, en lugar de controlar que no se continúe con estas actividades ilegales en las zonas más vulnerables de la ciudad?.

Y así como la gente tuvo que aprender a vivir en medio de explosiones, tuvo que incorporar al bastante reducido abanico de oficios disponibles, el oficio de los “Sableros”. Los sableros, son las personas que ingresan a las minas que han sido clausuradas por encontrarse en zonas de exclusión y continúan con su explotación de manera artesanal. En teoría, estas minas eran — o son — custodiadas por policías y militares; sin embargo, salvo un par de hallazgos y capturas, la explotación no ha parado en ningún momento, y tiene sentido, pues resulta un negocio bastante rentable ya que en un día pueden fácilmente extraer entre $50.000 y $100.000 en oro, del que evidentemente no pagan ningún tipo de tributo.

Sin temor a equivocarme, y aunque Zaruma sea Patrimonio del Ecuador, candidata a Patrimonio Cultural y Natural de la Unesco y hace poco se haya declarado como el primer Pueblo Mágico del Ecuador, en ninguno de sus negocios relacionados con estos títulos puede producir una cifra cercana a lo que hace un sablero en un mal día.

Este oro extraído tiene que ser procesado o comercializado, y es aquí donde la cadena de indolencias y corrupción continúa, pues el daño ambiental ocasionado por las plantas procesadoras de minerales es incalculable, ya que operan sin control alguno y al pie de un río que se nota claramente contaminado, sin que exista ni siquiera una intención de remediar la extensa contaminación que genera en el ambiente, el agua, los cultivos. Y si queremos preocuparnos aún más, ¿por qué no se estudia la cantidad de personas que padecen de enfermedades pulmonares graves o cuántas veces por año existen epidemias por daños estomacales por la pésima calidad del agua que se consume? Tengo la certeza de que si continuamos indagando, encontraremos más y más datos perturbadores.

Recuerdo que en la década de los 90´s, la escuela en la que estudiaba mi hermano estaba en riesgo de hundirse, y un sacerdote, el Padre Luis Arba, hizo todo lo que estuvo a su alcance y consiguiendo una cantidad de recursos bastante difícil para el medio, logró salvarla. Lamentablemente, con esa misma suerte no corrió la Escuela La Inmaculada — en donde yo estudié — que tenía más de cien años de funcionamiento, desapareció a causa de un socavón y hoy, es un terreno baldío. Zaruma no tiene muchas escuelas ni colegios — no pasan de 5 — y al perderse esta Institución Educativa ya que no se ha edificado otra en su reemplazo, se limita el acceso a la educación a muchos niños de zonas aledañas y de escasos recursos.

Se dice mucho del turismo de Zaruma, pero la realidad es diametralmente opuesta a lo que se cree, la economía y los negocios de la ciudad sin minería simplemente no pueden sostenerse y lo generado por turismo no abastece para todos los habitantes. El salario promedio de cualquier profesional es significativamente inferior al de cualquier otra ciudad del país, y los índicadorea de pobreza son alarmantes. ¿Cómo entonces puede la gente preferir cualquier otra actividad, a la minería clandestina? A fin de cuentas, una persona puede vivir uno o dos años sin problema haciendo unas pocas entradas a una mina.

En el año 2017, el Gobierno declaró Estado de Excepción, evacuaron a las personas, militarizaron las minas para controlar la explotación clandestina, e hicieron alarde alrededor de una tragedia que ni de cerca se ha solucionado. Hoy nuevamente los zarumeños tuvieron que vivir un día de esos que no se espera tener que vivir jamás, ocurrieron escenas que a veces se ven en las películas o en las noticias y de lejos parecen terribles pero improbables, pero que ocurren por la negligencia, desdén, e irresponsabilidad de una autoridad que desde hace 6 años ha preferido poner luces de navidad y hacer un estacionamiento.

Los problemas de Zaruma no solo son estructurales, son sociales, ambientales, económicos, educativos, de salubridad y, hasta esta fecha no ha existido ninguna autoridad que tenga un plan de acción y lo implemente. Necesitamos que el Gobierno salve a Zaruma.

La postal perfecta, con la casita color crema, de tres pisos con ventanas color café que se ve desde la calle Colón hoy dejó de existir. Esa casita se llevó 32 años de los recuerdos más lindos de mi vida, 63 años de recuerdos de mi papá, y más de 83 de mis abuelitos. Hoy no solo se cayó una casa que era un patrimonio, se cayó la esperanza, la fe, y trajo nuevamente ese amargo recuerdo de sentir que somos de un pueblo olvidado que se ve perfecto en fotos pero que pocos le prestan verdadera atención.

Cuando se cayó la Escuela la Inmaculada en el 2017, Zaruma dejó de ser lo que era y hoy, con el corazón roto tenemos que quitar una casa más de nuestro paisaje.

Por favor, no hagan que más familias tengan que perderlo todo,

Salven a Zaruma

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Ana María Rodríguez

“When once you have tasted flight, you will forever walk the earth with your eyes turned skyward”